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Nota 

Un equipo científico del Conicet desarrolló un yogur probiótico que previene enfermedades

La bacteria que lo compone fue aislada y estudiada por un grupo de Tucumán con tradición en el rubro. El alimento funcional, que refuerza el sistema inmune y será comercializado por la empresa Danone, se destinará a toda la población.

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Una tecnología desarrollada por un equipo científico del Conicet será incorporada a un yogur, que será comercializado por la compañía Danone. Se trata de una bacteria que será empleada con el objetivo de “reforzar el sistema inmune” de las personas que la consuman, así como también, prevenir enfermedades intestinales y respiratorias. Como resultado, tanto el Consejo como la provincia de Tucumán (porque ejerce dominio sobre los recursos genéticos) obtendrán regalías a partir de la comercialización de un alimento funcional destinado a toda la población.

En la línea Yogurísimo se incorporará “Lactobacillus rhamnosus CRL1505”; así fue bautizada la bacteria láctica diseñada por investigadoras e investigadores argentinos que sirve, en especial, para reforzar las defensas del cuerpo y actúa como probiótico. “Probiótico significa beneficio, un impacto positivo en la salud del consumidor. En este caso, confiere un beneficio extra al de la nutrición per se. Por eso se los conoce como alimentos funcionales, porque poseen una función que se suma a las que ya tiene. Son microorganismos que una vez consumidos ejercen acciones en diferentes metabolismos. El que nosotros investigamos confiere efectos a destacar en el sistema inmunológico. Estamos contentas, es el resultado de más de veinte años de trabajo”, apunta María Pía Taranto, investigadora del Conicet del Centro de Referencia para Lactobacilos (Cerela).

Cerela ya se ha destacado, en los últimos años, por aportar bacterias lácticas con grandes beneficios, que se transfieren a la sociedad en forma de productos. Alimentos que, por sus aptitudes, estimulan las defensas naturales y mejoran el funcionamiento sistémico del organismo. Productos cuyos insumos fundamentales son las bacterias que, en contraposición a lo que suele indicar el sentido común, producen grandes beneficios. De hecho, según Taranto, “estamos hechos de bacterias”. “Tenemos muchas más células bacterianas que células somáticas, corporales. No todas las bacterias son patógenas o producen enfermedades, sino todo lo contrario”, indica la investigadora a cargo.

Calidad asegurada

No todas las bacterias lácticas son probióticas. Para contar con tal propiedad, se deben realizar estudios científicos que certifiquen el efecto benéfico en cuestión. Las investigaciones para comprobar su características probióticas fueron llevadas a cabo por María Pía Taranto y su equipo desde el Cerela; en concreto, aislaron, identificaron, caracterizaron e investigaron la cepa. Durante el proceso de pruebas, se llevaron adelante estudios in vitro (desde el laboratorio), así como ensayos preclínicos y clínicos, que son solicitados por los entes regulatorios, y sirven para comprobar la seguridad y la eficacia de la tecnología alimenticia.

“Como teníamos que probar su función probiótica, primero la identificamos, es decir, colocamos un nombre y un apellido, y una referencia (un número) que la hiciera única. Esta cepa forma parte de la colección de cultivos del Centro en el que trabajamos. Luego realizamos todos los estudios vinculados a las diferentes fases”, comenta. En un examen randomizado y doble ciego, la mitad de los voluntarios recibieron placebo y la otra mitad el compuesto activo del yogur. Luego de seis meses de evaluaciones, se comprobó su seguridad y eficacia al estimular el sistema inmunológico. “Protege tanto al sistema digestivo, así como otros sistemas como pueden ser el respiratorio”, destaca. Y luego especifica: “El Anmat y el Instituto Nacional de Alimentos no solo lo aceptaron como yogur probiótico, sino también obtuvo una autorización adicional. En los packaging, la gente podrá ver una leyenda que certifica el beneficio específico que confiere el consumo de este alimento”.

Antecedentes virtuosos

Vale destacar que el acuerdo entre Danone y Conicet exhibe, una vez más, los beneficios de la articulación entre las instituciones públicas y privadas. En enero del año pasado se había firmado el convenio que hoy da como resultado un nuevo alimento con valor agregado y con aval científico. El vínculo, asimismo, permitió acelerar el procedimiento por intermedio del cual una investigación básica se transforma en ciencia aplicada. La empresa como vector se ubica como un eslabón clave que convierte un experimento en un producto envasado y listo para consumir: de la mesada de laboratorio a la mesa de los argentinos y las argentinas.

“El yogurito es el antecedente más inmediato, un producto que se implementa con éxito hace más de 12 años. Es parte de la política alimentaria del Gobierno con el objetivo de colaborar en la inmunidad y en el estado de bienestar general de niños y niñas en edad escolar”, señala Taranto. Y sigue con su explicación: “El convenio que se firmó con Danone lleva la inscripción de no exclusividad. La empresa incorporará el yogur a su línea de comercio, pero también se entregarán de manera gratuita yogures a instituciones específicas como parte de su trabajo de responsabilidad social”.

El equipo de Cerela tiene una amplia tradición en el rubro de los alimentos funcionales. De hecho, como relata Taranto, el Yogurito se implementa en Tucumán desde hace más de diez años y se trata de un alimento probiótico que se utiliza para contribuir a resolver deficiencias nutricionales. Es fruto del acuerdo del Gobierno provincial y el Conicet, e incluye a 300 mil chicos al año. La interacción de las científicas con los padres, madres y docentes es constante, en la medida en que comprueban una menor deserción escolar, como resultado de una menor tasa de infecciones. También beneficia a estudiantes de otras provincias como Santiago del Estero, Entre Ríos y Misiones; y municipios como los de Lujan y Mercedes, en Buenos Aires.

Además de Yogurito, también existen otros alimentos funcionales. “BIBA”, por ejemplo, fue diseñado por un grupo de investigadores e investigadoras a través de un consorcio entre el Conicet y las Universidades Nacionales de La Plata (UNLP), Lanús (UNLA), Luján (UNLU) y Quilmes (UNQ). En este caso, crearon una fórmula de un alimento bebible a base de quinoa, que aporta proteínas y múltiples beneficios nutricionales derivados del grano: vitaminas A, D2, E, B12 y calcio. Además, como beneficio adicional no contiene sacarosa añadida, ni conservantes, ni lactosa y es libre de gluten.

Fuente: Página 12

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